sábado, 13 de enero de 2018

Desde el barco.


Un día vi las estrellas, mientras navegaba en las tranquilas aguas del océano, profundo y claro, navegaba en mi barco; no era muy grande pero si lo suficientemente cómodo para mi gusto, estaba hecho de una madera de un árbol viejo, y otros pedazos de arboles nuevos, era una combinación perfecta, a decir verdad; pues funcionaba perfectamente, sólo era de unos 16 metros de largo y si a caso unos 3 metros de ancho, pero estaba todo, un pequeño compartimiento que era donde me protegía del sol y la lluvia, y dormía de vez en cuando, tenia algunos libros envueltos en bolsas plásticas, algunas frutas y otras cosas que había cazado en alguna isla que había estado el día anterior; cuando llegaba la noche  me asomaba desde la orilla del barco a mirar el océano y lograba ver la partícula más mínima del fondo de el mar, veía como una ballena aparecía de una manera lenta y serena, de repente apareció, de la nada, habían peces que brillaban y casi le hacían competencia al cielo estrellado... A decir verdad era como ver dos cielos diferentes, dos perspectivas, un cielo intocable y el otro a sólo metros de mi mano, en uno podía ahogarme y en el otro según las leyendas llegar si me ahogaba en uno. No sabia cual preferir, los dos brillaban, los dos son inmensos, uno con más movimientos que otro y a veces los dos parecían ser uno... En el cielo mar no se escuchaba más que el sonido del agua que chocaba contra mi barco, con un dedo de vez en cuando lo tocaba, y hacia círculos y círculos, el agua fría me recordaba a que quizás un alma de esa misma descripción rasguñó y curó la mía, quizás. Y cuando decidía acostarme mirando hacia el cielo que tenia estrellas, veía cometas, veía todos los universos, planetas que nadie conoce, habían más de cien lunas... Cien es poco para describir. El sol no dormía, sólo estaba de espaldas, y veía como las estrellas morían y se esparcían a otra vida convirtiéndose en polvo cósmico; estaban felices, porque su vida no era sólo existir; sino vivir entre toda la galaxia por la eternidad, algunas estrellas decidían agruparse porque les gustaba la historia, y cada grupo tenia su nombre, por ejemplo; vi como una estrella fugaz pasó por uno de esos grupos, se detuvo y preguntó como se llamaba su club, a lo que ellas respondieron: ¡somos el club Eridano! Y así, todas tenían su nombre, me sonreía al escuchar el nombre de algunos, eran graciosos, había uno que se nombraron "Lagarto" y no era el único que llevaba nombre de animal, eran infinidades, así como; León menor, Unicornio, Dragón, Lobo, Delfín, Cisne, Pez Dorado, Cuervo, Paloma, Jirafa y muchos más, uno tenia como nombre: "Mesa" pero así como tenían nombres tan raros y algunos comunes y absurdos; habían historias maravillosas entre ellas, que contaban y debatían, otras eran un poco fuertes, pero eran entretenidas; escuché al grupo de Hydra la otra noche, y relataba una de ellas: "Una vieja leyenda cuenta que el cuervo era el pájaro favorito del Dios Apolo. Un día, Apolo lo envió muy lejos a una fuente a buscar agua, en el viaje de regreso, el cuervo se entretuvo y por tardar tanto hizo enojar a Apolo, de tal manera que, no sólo le convirtió sus plumas plateadas en negro, sino que le coloco de la misma forma en el cielo, justamente fuera del alcance de la taza, para que así nunca pueda satisfacer su sed" Ese club dicen que yacen donde justamente está el alma eterna del cuervo, que de vez en cuando escuchan gemidos de lamentos y ellas cantan para que el llanto sea calmado y el dolor que habita en su alma también.



Y es así como pasan mis noches, siempre escucho las aventuras de la naturaleza, yo, a veces les cuento las mías, le comento que de vez en cuando me recuerdan a cosas viejas, parecen ser iguales, pues, cuando hay tormenta en el mar parece que la única forma de protegerse es dejarse llevar, dejar que brote, dejar que te lleve hasta donde quiera, porque cuando llega la calma te das cuenta de que estas fuera de confort pero en un mejor lugar, me recuerda a que la lluvia y la tormenta no se deben de evitar; no se pueden evitar, sólo dejarlas ser, que cada gota te sumerja en su dulce o ácido calor, pues en algún momento fue vapor... También me recuerda que todo tiene transformación, va de un paso a otro, no de un paso al éxito, y entonces detengo mis pensamientos y miro a mi al rededor; el mar sabe como controlarse, el mar sabe que de vez en cuando necesita liberar vapor, el mar necesita nubes, el mar necesita del cielo estrellado, el cielo estrellado del mar... Y es cuando digo que son uno, y salgo de dudas. Me acuesto y entonces olvido porqué estoy en ese barco, porqué miro dos cielos, no recuerdo... Al llegar el día lo sé, es porque he perdido mi isla, no es mía, pero cuando estoy en ella siento que es mi hogar, me reconforta, quiero morir y volver a nacer en ella, la arena es tan pálida que quiero besarle siempre, quiero alimentar la isla con mis cantos y mis historias, quiero ayudar a que la isla sea la mejor de todas, la isla lo es sin mi, pero me agrada la idea de que yo pueda ayudar, quiero volver a la isla, pero la perdí, y desde entonces sólo espero en éste barco, y dejé de navegar a algún lugar, sólo dejo que las tormentas, tormentas tristes, tormentas felices, tormentas fuertes, días calurosos, aguas frías y tibias me lleven a un rumbo distinto, quizás; la isla me encuentre a mi y no yo a ella. Quizás cuando hablaba de que algún alma me había rasguñado y curado; seguro hablaba de la isla, pues cuando me montaba en sus arboles a veces me caía y casi quedaba sin vida, muchos eran inmensos que casi llegaban a las nubes, y sólo se escuchaban mis gritos y llantos cuando estaba en la arena, a veces caía en piedras, pero nunca me arrepentí, siempre aprendí en cada árbol que debía bajar el nivel de altura y ya, entonces cada vez me subía en uno más pequeño que otro, hasta que llegó el día que llegué a unos árboles que ya estaban en el piso, y fue entonces como construí mi barco y me fui. Desde entonces aquí voy, en un barco construido con arboles de la isla, esperando que la isla extrañe sus pedazos y los lleve hacia ella, y entonces cuando llegue el día le contare todas las noches las aventuras que escuché de la naturaleza, seguramente la isla más que sus pedazos, extrañará de alguien que la ame.  

Jhessika Betancourt.




Imagen sin derecho de autor.

Yo que vivo dentro de mí... me desconozco  Me pierdo entre tantas ambigüedades  Para aquí y para allá, no sé dónde estoy Ni a donde voy...  ...