Un día vi las estrellas, mientras navegaba
en las tranquilas aguas del océano, profundo y claro, navegaba en mi barco; no
era muy grande pero si lo suficientemente cómodo para mi gusto, estaba hecho de
una madera de un árbol viejo, y otros pedazos de arboles nuevos, era una combinación
perfecta, a decir verdad; pues funcionaba perfectamente, sólo era de unos 16 metros
de largo y si a caso unos 3 metros de ancho, pero estaba todo, un pequeño
compartimiento que era donde me protegía del sol y la lluvia, y dormía de vez
en cuando, tenia algunos libros envueltos en bolsas plásticas, algunas frutas y
otras cosas que había cazado en alguna isla que había estado el día anterior; cuando
llegaba la noche me asomaba desde la
orilla del barco a mirar el océano y lograba ver la partícula más mínima del fondo
de el mar, veía como una ballena aparecía de una manera lenta y serena, de
repente apareció, de la nada, habían peces que brillaban y casi le hacían
competencia al cielo estrellado... A decir verdad era como ver dos cielos
diferentes, dos perspectivas, un cielo intocable y el otro a sólo metros de mi
mano, en uno podía ahogarme y en el otro según las leyendas llegar si me
ahogaba en uno. No sabia cual preferir, los dos brillaban, los dos son
inmensos, uno con más movimientos que otro y a veces los dos parecían ser uno...
En el cielo mar no se escuchaba más que el sonido del agua que chocaba contra
mi barco, con un dedo de vez en cuando lo tocaba, y hacia círculos y círculos, el
agua fría me recordaba a que quizás un alma de esa misma descripción rasguñó y
curó la mía, quizás. Y cuando decidía acostarme mirando hacia el cielo que
tenia estrellas, veía cometas, veía todos los universos, planetas que nadie
conoce, habían más de cien lunas... Cien es poco para describir. El sol no dormía,
sólo estaba de espaldas, y veía como las estrellas morían y se esparcían a otra
vida convirtiéndose en polvo cósmico; estaban felices, porque su vida no era sólo
existir; sino vivir entre toda la galaxia por la eternidad, algunas estrellas decidían agruparse porque les gustaba la historia, y cada grupo tenia su nombre, por
ejemplo; vi como una estrella fugaz pasó por uno de esos grupos, se detuvo y
preguntó como se llamaba su club, a lo que ellas respondieron: ¡somos el club Eridano!
Y así, todas tenían su nombre, me sonreía al escuchar el nombre de algunos,
eran graciosos, había uno que se nombraron "Lagarto" y no era el único
que llevaba nombre de animal, eran infinidades, así como; León menor,
Unicornio, Dragón, Lobo, Delfín, Cisne, Pez Dorado, Cuervo, Paloma, Jirafa y
muchos más, uno tenia como nombre: "Mesa" pero así como tenían
nombres tan raros y algunos comunes y absurdos; habían historias maravillosas entre
ellas, que contaban y debatían, otras eran un poco fuertes, pero eran
entretenidas; escuché al grupo de Hydra la otra noche, y relataba una de ellas: "Una
vieja leyenda cuenta que el cuervo era el pájaro favorito del Dios Apolo. Un día,
Apolo lo envió muy lejos a una fuente a buscar agua, en el viaje de regreso, el
cuervo se entretuvo y por tardar tanto hizo enojar a Apolo, de tal manera que,
no sólo le convirtió sus plumas plateadas en negro, sino que le coloco de la
misma forma en el cielo, justamente fuera del alcance de la taza, para que así
nunca pueda satisfacer su sed" Ese club dicen que yacen donde justamente
está el alma eterna del cuervo, que de vez en cuando escuchan gemidos de
lamentos y ellas cantan para que el llanto sea calmado y el dolor que habita en
su alma también.
Y es así como pasan mis noches, siempre
escucho las aventuras de la naturaleza, yo, a veces les cuento las mías, le
comento que de vez en cuando me recuerdan a cosas viejas, parecen ser iguales,
pues, cuando hay tormenta en el mar parece que la única forma de protegerse es
dejarse llevar, dejar que brote, dejar que te lleve hasta donde quiera, porque
cuando llega la calma te das cuenta de que estas fuera de confort pero en un
mejor lugar, me recuerda a que la lluvia y la tormenta no se deben de evitar;
no se pueden evitar, sólo dejarlas ser, que cada gota te sumerja en su dulce o ácido
calor, pues en algún momento fue vapor... También me recuerda que todo tiene transformación,
va de un paso a otro, no de un paso al éxito, y entonces detengo mis
pensamientos y miro a mi al rededor; el mar sabe como controlarse, el mar sabe
que de vez en cuando necesita liberar vapor, el mar necesita nubes, el mar
necesita del cielo estrellado, el cielo estrellado del mar... Y es cuando digo
que son uno, y salgo de dudas. Me acuesto y entonces olvido porqué estoy en ese
barco, porqué miro dos cielos, no recuerdo... Al llegar el día lo sé, es porque
he perdido mi isla, no es mía, pero cuando estoy en ella siento que es mi hogar,
me reconforta, quiero morir y volver a nacer en ella, la arena es tan pálida
que quiero besarle siempre, quiero alimentar la isla con mis cantos y mis
historias, quiero ayudar a que la isla sea la mejor de todas, la isla lo es sin
mi, pero me agrada la idea de que yo pueda ayudar, quiero volver a la isla,
pero la perdí, y desde entonces sólo espero en éste barco, y dejé de navegar a algún
lugar, sólo dejo que las tormentas, tormentas tristes, tormentas felices,
tormentas fuertes, días calurosos, aguas frías y tibias me lleven a un rumbo
distinto, quizás; la isla me encuentre a mi y no yo a ella. Quizás cuando
hablaba de que algún alma me había rasguñado y curado; seguro hablaba de la
isla, pues cuando me montaba en sus arboles a veces me caía y casi quedaba sin
vida, muchos eran inmensos que casi llegaban a las nubes, y sólo se escuchaban
mis gritos y llantos cuando estaba en la arena, a veces caía en piedras, pero
nunca me arrepentí, siempre aprendí en cada árbol que debía bajar el nivel de
altura y ya, entonces cada vez me subía en uno más pequeño que otro, hasta que
llegó el día que llegué a unos árboles que ya estaban en el piso, y fue
entonces como construí mi barco y me fui. Desde entonces aquí voy, en un barco
construido con arboles de la isla, esperando que la isla extrañe sus pedazos y
los lleve hacia ella, y entonces cuando llegue el día le contare todas las
noches las aventuras que escuché de la naturaleza, seguramente la isla más que
sus pedazos, extrañará de alguien que la ame.
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